
Trabajar en una oficina compartida (lo que se conoce como coworking) es más económico que hacerlo en una oficina, se conocen a nuevas personas que trabajan en ella y además se trabaja mucho más cómodo que en casa. La productividad se incrementa porque hay unos horarios más o menos estables (aunque flexibles) y se eliminan las distracciones. Además, es posible atender a clientes en la oficina, algo que trabajando en casa es inviable. Los gastos son mucho menores que el alquiler de la oficina porque solo se gasta una cuota fija predeterminada.